El que hasta hace pocos días ha sido nuestro Párroco se encuentra ya en su nuevo destino pastoral en el Seminario de nuestra Archidiócesis. Mn. Pere Montagut llegó a nuestra Parroquia de Santa María del Remei procedente de Roma al inicio del curso del año 1996. En Roma culminó su formación eclesiástica cursando la licenciatura y el doctorado en Teología a lo largo de cinco años en la Pontificia Universidad Gregoriana. Con el nombramiento de coadjutor de la Parroquia, junto al entonces párroco Mn. Francesc Tena ya en edad de jubilación, Mn. Pere se dedicó a ser apoyo del párroco y a procurar una revitalización de la comunidad especialmente por lo que tenía que ver con los jóvenes. Fueron diez años de vicario parroquial en los que compaginaba las tareas parroquiales con las clases de espiritualidad en el entonces Instituto de Teología Espiritual de Barcelona. También durante estos años predicó ejercicios espirituales a laicos, contemplativas y religiosas, seminaristas y sacerdotes. Durante los diez años de vicario, cinco años estuvo viviendo en la Residencia Sacerdotal de Sant Josep Oriol en la plaza Comas. Allí conoció de cerca a los sacerdotes jubilados y enfermos que tanta fidelidad y amor dan a la Iglesia en la etapa final de la vida sacerdotal. En el año 2006 fue nombrado Párroco, cargo que ha ejercido durante catorce años hasta el pasado 20 de septiembre. Con su nueva responsabilidad en el Seminario como Director Espiritual de la comunidad empieza una nueva andadura en la misión sacerdotal que le encomienda nuestro Cardenal Arzobispo Juan José. Hemos aprovechado un momento de pausa para entrevistarlo.

Santa Maria del Remei ha sido, después de Roma, su primer y único destino parroquial. ¿Qué supone dejar la Parroquia después de 24 años entre nosotros?

Sin duda tengo una sensación nueva pero también es verdad que era una posibilidad que siempre he ido preparando en espíritu para cuando llegase. Todo sacerdote sabe que su misión es una entrega por entero pero provisional. Ha sido «mi» parroquia, como algunos dicen, pero el pueblo santo que servimos en nombre de Cristo es de Dios. Han sido unos años preciosos en los que he podido pasar por diversas etapas al ritmo de lo que vivíamos en comunidad. Con una feligresía amante de su barrio y de su Patrona hemos asistido a momentos inolvidables, he podido estar de cerca en muchos sufrimientos y conversiones, he podido acompañar en la fe a mayores y jóvenes de una comunidad que sabe escuchar la Palabra de Dios y a la voz de la Iglesia en sus pastores.

¿Cuáles son esos momentos inolvidables y años preciosos?

Pues son muchos y variados. Si tengo que destacar algunos diría la formación del Grupo de Jóvenes del Remei que, poco a poco, y con la ayuda de verdaderos apóstoles del movimiento Christifideles Laici pusimos en marcha y que ha dado sus frutos en la formación espiritual, en la amistad, en las colonias de verano y en el fomento de vocaciones sacerdotales y religiosas. Otro momento fue el inicio de los Scouts y Guías de Europa, un deseo que se hizo realidad gracias a muchos que en Barcelona suspiraban por implantar una forma atractiva del escultismo católico en Cataluña y que, a día de hoy, es una pedagogía verdadera y una esperanza cierta para tantas familias, niños y jóvenes. Y qué más puedo decir… estar en la agonía y muerte de feligreses que esperaban la mano consoladora de la parroquia en el momento de abrazar la Pascua eterna, los imborrables días del Corpus Christi con la alfombra y el acto eucarístico en la plaza Concòrdia, las comidas de hermandad, las salidas y peregrinaciones parroquiales, la Fiesta Mayor de cada año, los turnos de adoración eucarística, la construcción del nuevo órgano, la catequesis parroquial y sus catequistas entregados, y no me olvido de las sorpresas de última hora: el proyecto Raquel que acerca a la misericorida divina y a su poder sanador a tantas mujeres que padecen las secuelas del aborto; el grupo de matrimonios jóvenes que, en muchos de ellos, he podido ver su crecimiento humano y espiritual primero como adolescentes y luego ya en la vida conyugal; y, finalmente, los once retiros de Effetá para jóvenes que han supuesto para mí, como sacerdote, y para tantos jóvenes una invasión del amor de Dios que sana y renueva los corazones que se le abren.

¿Queda algo por hacer?

Pues claro. La vida parroquial es vida en Cristo en el espacio vital de la Iglesia. Es una comunidad atenta y sometida al Espíritu Santo. El nuevo párroco, Mn. Joan Costa y su coadjutor Mn. Pablo Pich, aportarán nuevas fuerzas y servirán los designios de Dios entre nosotros. Se encontrarán a muchas personas dispuestas a ayudarles, a colaborar y a ser protagonistas de la misión de la Iglesia en nuestro barrio de Les Corts. Mi partida es un don y una oportunidad. Un don para acoger, de nuevo, en cada sacerdote al mismo Cristo servidor y pastor y una oportunidad para impedir que nada nos acostumbre, que nada nos aparte de lo esencial: la parroquia asegura el camino de la vida cristiana de muchos, es familia reunida para vivir la salvación en la fe de la Iglesia y se forma como asamblea santa que canta la presencia y realeza de Cristo en una porción del pueblo de Dios, en la diócesis y bajo la guía y magisterio apostólico de nuestro Arzobispo.

¿Cómo le va por el Seminario?

Estoy adaptándome a la nueva misión y responsabilidad. Formando parte del equipo de formadores, se me encomienda el acompañamiento espiritual de los seminaristas. Esta tarea se realiza de varios modos: estando disponible para el diálogo personal, para celebrar el sacramento de la confesión, con la dinámica de la plática semanal, el retiro mensual y los ejercicios espirituales anuales. Además, soy también el que ha de velar por la dignidad y frutos de las celebraciones litúrgicas, así como de los ejercicios de piedad en comunidad. Estar junto a la llamada de Dios en cada seminarista es un privilegio y una admiración constante de la obra de Dios en las almas, en la historia vital de cada uno y en la formación de un futuro sacerdote. Espero siempre oraciones y el don de la sabiduría para acertar y no errar, secundar al Espíritu Santo y no estorbar. Espero conseguirlo con el sello de la alegría y la paz que deja siempre actuar en nombre del único Director de nuestras almas y responder fielmente a sus inspiraciones divinas.

Pues cuente con ello y en nombre de tantos que nos hemos beneficiado durante estos años de su ministerio sacerdotal entre nosotros un abrazo fuerte y siempre en comunión bajo el manto de nuestra Virgen del Remedio. De su mano encontraremos el consuelo eficaz para vivir en la voluntad de Dios.